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Ilustración de cubierta: "El señor Oscuro" de Duina Rodríguez Meneses |
Las obras de Ana Minga, poeta lojana han sido premiadas tanto nacional, como internacionalmente por poesía y relato. Ha sido invitada especial en el Festival de la Lira, de Cuenca; premiada por la fundación Villa Pedraza, de España; ganado el concurso Primer Grito de Mujer, de Perú; entre otros.
En el 2018 publicó su quinto poemario, La hora del diablo, con la editorial Cascahuesos, y lo lanzó este jueves, 9 de mayo, en Guayaquil. Aquí hemos querido hacerle un pequeño análisis.
El corpus consiste en 29 poemas de verso libre y nos presenta un diálogo entre el ensayo, El hombre de la máscara de hierro, de Alejandro Dumas, y este poemario. En él, parece generarse un personaje que narra ciertos malestares de su existir. Para esto, Minga comienza el libro con una cita de Alejandro Dumas:
¡Oh! qué pequeño es este calabozo
qué baja esta ventana
qué estrechas esas puertas
¿Cómo puede haber pasado por ellas
cómo puede haber cabido aquí
tanto orgullo
tanta felicidad
tanto esplendor…
Existen algunos temas recurrentes dentro de los poemas
que nos presenta. Entre ellos se encuentra la falta de la infancia, la
fragilidad del cuerpo, la relación con dios, y principalmente el encierro. Este
último abre y cierra el poemario en un círculo perfecto. Por un lado, Alejandro
Dumas investiga el encierro de este hombre con la máscara de hierro (que
probablemente era de terciopelo y posiblemente se trataba de Felipe, supuesto
hermano gemelo de Luis XIV) y su estancia en diferentes prisiones, hasta
terminar en la Bastilla. Y por el otro lado, el poemario de Minga expone a un
personaje que sufre un encierro dentro de sí mismo.
El poema V es
el que mejor llega a representar aquel estado del encierro, donde empieza con el potente verso: “El verdadero suicida es el de oficio”. Poema que se
encarga de describir cómo es un suicida de oficio y explicar qué los convierte en esto:
“Es
un Lázaro constante, aunque el teléfono nunca suene”
“tiene
que tragarse sus palabras
porque
no tiene a quién decírselas”.
Es un personaje que vive encerrado en sí mismo, y es allí
mismo donde muere constantemente.
El poemario nos presenta también el cuerpo como un lugar frágil, que puede venir con problemas, como las condiciones de salud físicas o mentales hereditarias, y cómo condicional la conformidad del ser dentro de este encierro.
El poemario nos presenta también el cuerpo como un lugar frágil, que puede venir con problemas, como las condiciones de salud físicas o mentales hereditarias, y cómo condicional la conformidad del ser dentro de este encierro.
“…el
peor de los calabozos
mis
adentros”.
Otros poemas muestran una relación del personaje con
el dios occidental. El poema XV empieza con:
“15:00
Esta es la hora de la miseria humana”, creando un
pequeño juego entre la hora de la “misericordia” y la idea de la “miseria”,
algo que también está ligado con el título del poemario y el malestar del
personaje y la idea del cuervo, o la maldición, que lo acompaña y trabaja junto
a él.
Para finalizar, como ya vimos la relación del poemario
y El hombre de la máscara de hierro
se encuentra justamente en la idea del encierro, este encierro dentro de uno
mismo, como el suicida de oficio. La máscara de hierro (o terciopelo) es el
rostro que este suicida de oficio se tiene que poner al resucitar, al
levantarse de nuevo para continuar una farsa. Sin embargo, el personaje no se
centra solo en estos problemas y el poemario no se siente desalentador, sino
que se presenta de una manera más reflexiva, buscando dentro de esta celda el cariño,
la felicidad, la ternura, lo que siente que debe ser parte de esa infancia que
lamenta no haber tenido. En el poema XXI el personaje se pregunta para qué ser
dios mientras habla con un “artista de la plaza”, si por ser humano, ha amado,
sabe de horror, pero también de felicidad.
Por Lizardo Aguilar
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